Desde que las clases políticas se dieron cuenta de que esto de la sanidad trae y quita muchos votos no precisamente por los nacimientos y defunciones, sino por las manipulaciones vecinales y de alcaldías sobre “que hay de…” no hacen nada más que “potenciar la atención primaria” y ahora la quieren reformar con “un decreto” del cual tuvimos conocimiento por nuestros buenos informadores de Consejería, SESPA, Sociedades Científicas y Colegio de Médicos.
Una vez enterados de la “potenciación” (aún no llegaron a la clase magistral de que hay potencias positivas y negativas) nos dimos cuenta de que iban a decretar unos cambios más que sustanciales en las jerarquías que afectaban al esquema de una cadena de mandos basada en el conocimiento y desempeño y, como es natural, haciendo gala de tal potenciación muy por debajo en atribuciones y retribuciones de la cadena de mando hospitalaria, que podemos poner como referente, a pesar de sus imperfecciones.
Por eso la A.P. somos la base del sistema, para que todo Dios esté por encima del médico de A.P. o lo pretenda que, como buen animal de carga, su función es chupárselo todo mientras en unas esferas alagan (inundan, encharcan, destruyen) nuestra “labor” de puerta de entrada que más bien es de muro de contención y otras aspiran a colocarse medallas que no les corresponden y con una utilidad, cuando menos, muy cuestionable.
Vista la situación, y sirva como aviso de conflictividad, el decreto que ya fue bloqueado al final de la anterior legislatura, esperamos que cumpla con las expectativas de los médicos de A.P. ¿o seguiremos con potencias negativas?
Por el momento, llamamos a la cordura de algunos mandatarios -que sabemos que los hay- para que hagan cesar las torpezas de algunos, pongan a cada uno en el lugar natural que les corresponde y que traten a la A.P. con la misma delicadeza, reconocimiento a todos los efectos y respeto, que a cualquier servicio hospitalario.