Estimado compañero: quería enviarte un abrazo y un agradecimiento por haber trabajado antes de la pandemia, durante la pandemia y después de la pandemia. Por haber estado a menos 2, menos 3, menos 4, menos 5, a menos 6. Por haber soportado la incertidumbre de marzo, con protocolos diarios nuevos, sin saber qué hacer en ocasiones, sin mascarillas ffp2, sin EPIs.
Por haberse adaptado y sobrevivido a una nueva forma de trabajar para la que no estamos preparados, las consultas telefónicas y todo lo que conlleva de miedo, inseguridad, dolor de cabeza, de cuello, de que no cojan el teléfono, de que encima alguno se altere porque tardaste en llamar…
Por seguir haciendo de “secretario caro” del sistema. Por haber soportado estoicamente que muchos piensen ¡que los centros han estado cerrados!, o que no veíamos pacientes, o que no hacíamos avisos. Por las horas de guardia, por los fines de semana, por la sobrecarga emocional…
Por el cambio continuo de criterios para cantidad de tareas diarias, tanto en cosas puramente médicas como de organización. Por tener que improvisar, y arriesgarse y a veces asustarse atendiendo a uno que tose, o que está fatigado y no le pongo el aerosol, o ir a un domicilio de un paciente psiquiátrico que tose y se fatiga y además está fuera de sí.
Por ver como los sectarismos y las diferencias políticas de los que tienen que decidir, van por encima del bien común y de lo que parece más lógico. Por ver como millones de españoles se han mantenido al margen de toda implicación dedicándose a cuidarse y protegerse asimismo como fin casi único. Por ver como hay colectivos que ponen pegas o problemas cuándo tienen que reiniciarse. Por ver como millones de funcionarios que han pasado de perfil toda la pandemia, ponen miles de problemas cuando han tenido que volver a colaborar.
Por ver que muchas de las decisiones que se toman nos sobrecargan a nosotros aún más, léase el tema de las bajas a los padres de niños que se pongan malos. En fin, gracias por intentar dar la cara desde la serenidad y el compañerismo y el buen hacer. Y gracias porque ser la Comunidad Autónoma que mejor está en la pandemia no es casualidad, ni es por las montañas, ni es por las características de la dispersión de nuestra población, porque si fuera por eso las provincias vascongadas estarían como nosotros. Así es que disfrutemos de nuestro éxito mientras dure, y seamos conscientes que la Atención Primaria ha tenido mucho que ver, creo yo.
Realmente el motivo de la carta es compartir con vosotros la preocupación que tengo en el sentido que todo esto de alguna manera nos va “consumiendo” y “desgastando”, y algunos vamos cayendo en el camino, y vamos abdicando, o nos ponemos de baja porque no aguantamos más. Y porque tal vez hayamos aprendido a tratar la EPOC, o la HTA, o el herpes, pero me temo que nuestra formación en autoprotegernos, autocuidarnos, en el manejo de la gestión de las emociones, del sufrimiento, de nuestros miedos, sea más bien escasa.
Creo que hay tantas realidades como observadores, y que el origen del sufrimiento humano no es lo que le pasa, es cómo interpreta lo que le pasa, y con quién te compares. Y dependiendo con quién hables, con quién te relaciones, a quién escuches y sobre todo a dónde decidas mirar y qué decidas pensar te irá mejor o peor. El refrán de piensa mal y acertarás, deberíamos cambiarlo por piensa mal y sufrirás, piensa bien y serás un poco más feliz (a riesgo de ser un poco más tonto).
En teoría somos los terapeutas de la sociedad, los chamanes, los que ayudamos a los demás a sobrevivir, los que hacemos de la ayuda nuestro primum movens. Y creo que hay pocas actividades humanas tan reconfortantes como ayudar. Aunque muchas veces se nos olvida y entramos en la dinámica de “mirar mal”, “interpretar mal” y multiplicar nuestro sufrimiento.
Hay muchas personas ahí fuera que esperan mucho de nosotros, que necesitan nuestra ayuda médica, nuestro apoyo, nuestra comprensión, nuestra cercanía. Y hay muchos trabajadores, muchos autónomos, muchos españoles que si no trabajan no cobran, y que los organismos públicos no respondemos muchas veces como sería de esperar y aún se lo ponemos más difícil.
Os comento todo esto porque creo que tenemos que ayudarnos unos a otros, porque nadie nos va a entender mejor que nosotros mismos, que compartimos cada día las mismas agendas más o menos, las mismas consultas, las mismas preocupaciones, descoordinaciones.
Es muy importante desde mi punto de vista, que nuestro entorno más cercano, nuestro centro de trabajo, sea un reducto de “buen rollo”, de buen ambiente, de intentar hacer las cosas juntos, compartiendo decisiones, miedos, alegrías e inquietudes. Que nuestro centro de trabajo esté organizado y tengamos la sensación de cierto control y que no estamos solos es fundamental.
Por suerte o por desgracia, a la Primaria en general nos ha tocado arrimar mucho el hombro y nos va a seguir tocando, a pesar de que hay millones de españoles que están pasando de perfil por la pandemia y encima nos van a dar mucha lata. Y también os quiero decir otra cosa, dentro de la primaria no todos arrimamos el hombro igual, los hay que están peor, que trabajan más, que hacen más horas, más noches, más tardes, y creo que esto tiene que cambiar. Hay que buscar algún sistema que distribuya mejor las cargas y conseguir que nos paguen en dinero o en días el esfuerzo que realizamos.
Estamos viviendo momentos difíciles, nunca hemos trabajado tanto como ahora y tan a disgusto porque hacer de telefonistas o de rastreadores no nos gusta, y encima corremos más riesgos y somos más incomprendidos por la población. Y la Administración no termina de arreglar de manera eficaz la sobrecarga de los médicos en los centros de salud, con lo cual habrá que meter presión y pelear, y echar a andar cambios organizativos y laborales que ya hace 20 años que tenían que haberse hecho.
Tenemos que aguantar como sea, primero por nosotros mismos, por nuestras familias, y segundo por la sociedad a la que de alguna manera servimos y nos debemos. No podemos desesperarnos, y es preciso valorar lo mucho que tenemos, la nevera llena, la ducha caliente cada mañana, el sueldo cada día 30, poder ayudar, estar aceptablemente sano, compartir con los compañeros las dificultades…
Y además tenemos que pelear por cambiar la organización, porque no nos queda otra. Si no hay médicos porque están todos contratados, se puede mejorar mucho con cambios organizativos que llevamos reclamando hace muchos años, y que mucho me temo que “por las buenas” no nos hagan caso. Y tampoco es tan complicado, con que el médico haga en el centro de salud lo que sólo él sabe hacer, se solucionarían muchos de nuestros problemas.
En fin, quería deciros algo, animaros un poco, igual que lo intento cada día conmigo mismo.
Un fuerte abrazo.
Alfonso Garcia Viejo.