Por mucho que algún periodista intente confundir o malinterpretar, o por mucho que líderes médicos o enfermeros desde distintos ámbitos intenten meter cizaña, las enfermeras y los médicos seguiremos trabajando juntos, compartiendo inquietudes y haciendo cada día lo que decidimos hacer cuando escogimos esta profesión que es sobre todo ayudar, solucionar el problema clínico del paciente.
Porque, ojo, ese es nuestro objetivo fundamental; eso sí, cada uno desde su puesto de trabajo, para llevar a cabo de la mejor manera posible el proceso asistencial, que tiene unas líneas funcionales claras. No todos podemos hacer de todo. El proceso asistencial no es una cuestión de lucha de poderes sino de asunción de responsabilidades, y definición de funciones. Los médicos no estamos interesados en crear tensión sino continuidad asistencial.
Confundir la profesión con el poder no es profesionalismo. Y se han escuchado mensajes desde distintos ámbitos que no parecen ayudar mucho a la disensión y más bien parecen defender nichos políticos administrativos: “el trabajo de enfermería no está subordinado al médico”, “las enfermeras no deben ser princesas que van a ser rescatadas por el príncipe”, “la enfermería tiene anorexia de poder”, o “las enfermeras no son las ayudantes de los años 50 de los médicos”.
Nunca se me ha ocurrido pensar que mi trabajo como médico de primaria es subordinado al médico hospitalario porque intente cada día solucionar todo lo que pueda, aumentar mis competencias y dejar para mis compañeros de hospital lo que sólo ellos sepan resolver.
Me da la impresión que, desde distintos ámbitos, se ha intentado enfrentar a médicos y enfermeras por luchas de poder que ni comparto ni entiendo. Y cada vez más trabajamos en paralelo en vez de en equipo, juntos y formando parte de un equipo. Y cada vez nos distanciamos más, somos menos eficientes, y hacemos peor nuestro trabajo. Esta es mi percepción. Divisiones de gestión, enfermería y medicina trabajan en paralelo, con poca interacción y con menos entendimiento cada vez. No es ese el camino.
La asunción de nuevas competencias por parte de enfermería y la aplicación del decreto de prescripción enfermera son dos ejemplos en mi opinión de soluciones a la problemática planteada en la actualidad.
La Consejería es más política que organizativa, y los políticos responden muchas veces a intereses sectarios y no a rendimientos, auditorias o productividad y así nos va. Si no en qué cabeza cabe que en Primaria por ejemplo no haya directores de centros de salud, o sigamos debatiendo el triaje a estas alturas Qué organización es capaz de sobrevivir a la ausencia de un jefe que organice, concilie, ordene, acerque, proponga, lidere.
Cómo se pueden transmitir planes, agendas, instrucciones, etc., sin jefe. No es posible creer que una buena parte de los centros de salud no tenga ni coordinador, si no fuera porque alguien quiere que sea así. Algo parecido está empezando a suceder en los hospitales que los jefes de servicio cada vez se sienten menos respetados, y cada vez tienen menos mando y capacidad organizativa.
Y lo del filtrado de pacientes ya clama al cielo. Se imaginan a un paciente entrando en un hospital y decidir a dónde tiene que dirigirse conociendo poco de la organización, de qué funciones tiene cada uno, de que labores se llevan a cabo en cada departamento. Pues llevamos 20 años rogando, pidiendo, suplicando filtrado administrativo y clínico y no hemos sido capaces. Desde mi punto de vista solo intereses políticos, intereses de poder, pueden permitir este desconcierto organizativo.
Enfermeras y médicos, y administrativos, y celadores, y auxiliares y técnicos, y trabajadoras sociales, tenemos que ir juntos, cada uno en su sitio intentando aportar y sumar, para cumplir nuestro objetivo, dar soluciones a los pacientes, no nos queda otra. Dejémonos de orexia de poder, u ocurrencias semejantes que sólo pueden llevarnos a perder nuestra razón de ser.