El presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental analiza la prevalencia de trastornos mentales, como la depresión o la ansiedad, en las personas de edad avanzada
La salud mental es un problema prioritario de salud pública reconocido por la OMS. El trastorno más frecuente es el de ansiedad, que afecta al 6,7 % de la población. Por su parte, la depresión está presente en un 4,1 %. Este tipo de afectaciones son más comunes en la mujer que en el varón, aunque varía con la edad, pues hasta los 19 años, los hombres presentan más problemas, y a partir de aquí, el crecimiento progresivo en la población femenina marca la diferencia. Ahora bien, la alta demanda de los servicios no avanza con el mismo ritmo que lo hace el número de profesionales. La Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (Sepsm) acaba de publicar el Libro Blanco de la Psiquiatría en España, un documento que refleja la situación de la especialidad, en el que alertan que se espera un alto número de jubilaciones durante los próximos años, sin profesionales suficientes para cubrir sus puestos. El presidente de la sociedad, el doctor Manuel Martín Carrasco, analiza la patología mental en el territorio nacional y pone énfasis en la necesidad de atender más a los mayores.
—El 29 % de la población española padece algún trastorno mental. ¿Qué tipos son los más prevalentes?
—Hay que entender que los diagnósticos de salud mental son muy amplios. Es decir, una persona con un problema para conciliar el sueño ya puede recibir un diagnóstico de insomnio, y hay varios millones de españoles que lo padecen. Ese porcentaje es amplio porque incluye categorías diagnósticas muy leves y la mayoría de las personas ni siquiera están diagnosticadas. Cuando miramos las cifras de gente con un trastorno mental grave, ya vemos que son mucho más reducidas. Ahí nos encontraríamos con un 3 o 3,5 % de la población. Hay trastornos que requieren atención pero ni siquiera por parte del médico especialista, sino que muchas veces son tratados por atención primaria, como son la depresión o la ansiedad. La cifra que se da es muy alta, pero incluye una amplia cantidad de diagnósticos.
—Una cifra alta que, a su vez, se vio incrementada con la pandemia. ¿Toda la explosión de síntomas o trastornos psiquiátricos que siguen coleando a día de hoy venían de antes?
—Sí, es decir, ya había datos que indicaban una alta prevalencia de problemas de salud mental. Pero el covid no solo fue la pandemia, sino un conjunto de cosas: el confinamiento, una disrupción de las relaciones sociales, la crisis económica y el hecho de que, al tratarse de una situación excepcional, la atención sanitaria se centró en el covid y el resto pasó a un segundo plano. Con lo cual, se fue creando una bolsa de personas no atendidas. Al hablar de covid, hablamos de muchas cosas a la vez, y aún ahora seguimos la estela que fueron dejando todas estas circunstancias.
—¿Qué situación atraviesa España en la actualidad respecto a la atención sanitaria de la salud mental?
—Hay una serie de problemas que todavía quedan pendientes. Nosotros, por ejemplo, en este libro blanco, ponemos de manifiesto que los ratios que tenemos de profesionales son bajos comparados con otros países. Esto no es un problema que haya surgido con la epidemia, sino que venía de antes, esto solo ha precipitado un aumento de la demanda justo en un momento en que el número ya era escaso. Ahora mismo, hay una disminución de profesionales por el simple hecho de que hay un volumen de expertos mayores de 60 años, de los que el 6,7 % ya ha superado la barrera de los 65. O sea, que en el próximo lustro se prevé un número importante de jubilaciones. En teoría, la especialidad necesitaría que se incorporen de unos 450 a 500 psiquiatras al año durante los siguientes cinco años para, simplemente, mantener lo que ya tenemos. Por el contrario, esto no sucede porque los psiquiatras formados que salen de cada promoción no alcanzan ni la tasa de reposición. En el otro lado de la balanza, reconozco que se ha producido un cambio muy importante con el desarrollo de una red de salud mental bien constituida y de un conjunto de servicios muy importante. No todas las comunidades están igual.
—Precisamente, en el documento destacan que solo una comunidad autónoma tiene una ley específica en materia de salud mental (La Rioja). ¿Con qué cuentan el resto?
—La ley alude al rango legal, pero hay otras muchas comunidades que tienen planes de salud mental. Hay algunas que no, pero la mayoría sí. Lo que sí es cierto es que la mayoría de los planes proceden de la época anterior a la pandemia, con lo cual es cierto que todo esto hay que actualizarlo y centrarse en la nueva situación. También se dispone de una estrategia nacional, pero que responde a necesidades que se plantearon antes de la pandemia y que además tienen algunas carencias que nosotros ya anunciamos en su momento. Por ejemplo, no se identifica la atención a los mayores como una de las líneas estratégicas cuando realmente tenemos una población muy envejecida que aumentará en los próximos años. Ha habido un incremento muy notable en la psiquiatría infantil, pero en cambio no hay una especialidad de psiquiatría geriátrica, ni siquiera hay un área de capacitación y una serie de centros acreditados, así como planes de formación. Esto no existe. Con esto quiero decir que hay una serie de lagunas muy importantes en este campo. Algo que, desde mi punto de vista, es increíble que no se haya considerado teniendo en cuenta lo que tenemos por delante.