El buen médico general/de familia sabe poco de muchísimo, sabe muchísimo de lo frecuente, convive con la incertidumbre, piensa en la normalidad y atiende a la persona en su conjunto.
La especialización médica tiene ventajas e inconvenientes, pero en todo caso fragmenta la atención y, dada su potencia, exige una fuerte coordinación para conseguir lo mejor de cada especialidad sin que se produzcan daños ni errores por el uso innecesario y excesivo de los servicios médicos. Lo lógico y prudente es que el médico de cabecera sea puerta de entrada que derive a los pacientes a los especialistas precisos, y que estos actúen de consultores prestando una atención esporádica, salvo excepciones.