Nacemos y morimos. Es ley de vida. Nos guste o no, no queda otra. Estamos aquí de paso. Vinimos al mundo con fecha de caducidad, como los yogures, aunque a diferencia del producto lácteo ni es necesario que vivamos continuamente en el frigo ni llevamos en la piel aquello de ‘consumir (o disfrutar) preferentemente antes de….’.
Vida y muerte. Son las dos caras de la misma moneda. No somos conscientes de nuestra llegada al mundo pero desgraciadamente asumir que te vas o te estás yendo son situaciones para las que no estamos preparados. Nadie (o casi nadie) se quiere morir y el dolor que supone para pacientes y familiares el afrontar esta realidad también es un problema de salud pública.
Estos días hemos conocido que más de 21.000 asturianos con patologías incurables y en fase avanzada necesitan cuidados paliativos para sobrellevar su enfermedad, y más de 53.000 son susceptibles de ello. En una población tan envejecida como la asturiana, con el 27% de sus habitantes superando los 65 años, ésta no es una cuestión menor. La Consejería de Salud del Principado ha presentado estos días un plan estratégico con el objetivo de mejorar la atención en paliativos. Para tal fin, ha decidido abordar los cuidados paliativos de una manera multidisciplinar y para ello van a implicar a 400 profesionales para una última labor o servicio prestado: el acompañamiento en la despedida.
A priori, nos parece un proyecto ilusionante pero partimos de muy poco. En Asturias actualmente existen 13 equipos de cuidados paliativos, cada uno constituido por un médico y una enfermera, de los cuáles, en la práctica sólo trabaja como unidades independientes unas pocas: dos en Avilés, tres en Oviedo y cuatro en Gijón, y en los hospitales la situación es aún peor porque sólo tienen una unidad, como ocurre en el Valle del Nalón. El resto son, bien o unidades de apoyo en otros hospitales concertados como el Adaro o en Naranco, unidades de hospitalización, a domicilio o de apoyo que sirven para otras funciones además de paliativos, o directamente el voluntarismo de todos los médicos de familia que atienden a sus pacientes en todas las áreas.
A medida que el envejecimiento poblacional y la patología son cada vez más plurales y más complejas, la necesidad de especialización y de equipos dedicados es insoslayable. Sobre el papel, los cuidados paliativos son una de las necesidades imperiosas para desarrollar una medicina adecuada a los tiempos, y ya se hizo un proyecto previo del año 2009, que sólo se desarrolló incompletamente hasta ahora…
El actual proyecto vuelve a ser sobre el papel ilusionante, pero esperemos que no quede de nuevo en papel mojado porque requiere un esfuerzo financiero, de equipamiento, de formación y de mejora de las condiciones laborales de los equipos que deseen incorporarse a ellos que en este momento se nos antoja difícil, y que, como siempre, conlleva un importante ejercicio de voluntad, gestora y política. Desde luego, por el entusiasmo de los profesionales de la medicina no va a quedar.
Ojalá esta vez los responsables públicos estén a la altura del reto que se avecina.