La gente cambia por tres razones, aprendió demasiado, sufrió lo suficiente o se cansó de lo mismo. Los cuidadores de los pacientes paliativos han aprendido demasiado del sistema sanitario, ya saben lo que puede desgastar un ingreso, que no hay equipo de asistencia en domicilio desde el Miércoles hasta el Lunes en Semana Santa, que los equipos de atención continuada hacen lo que pueden con lo que tienen, dos tristes ampollas de Morfina por guardia y por centro de salud y, con suerte, una de Midazolam.
Los profesionales de cuidados paliativos sufren lo indecible, la sobrecarga de trabajo puede afectar a muchas especialidades, pero nadie quiere estar empleado por el sistema público de salud como “ángel de la buena muerte a domicilio”. Sentimos ser tan francos, pero conocer a un paciente en situación funcional de últimos días es cruel para todos, para la familia que te abre la puerta, para el paciente, y para el médico que llega cuando la situación ya se ha tornado desesperada.
En estas fechas tan señaladas, en las que muchos recordamos a nuestros abuelos, viendo la cabalgata de Reyes, embebidos de la ilusión de sus nietos, tenemos que decir BASTA. Necesitamos un Plan de Cuidados Paliativos para nuestra región que verdaderamente esté a la altura, de las familias, de los pacientes y de los profesionales. Un plan que aborde las entrañas del problema, que establezca unos criterios de derivación claros, con indicadores que reflejen la sobrecarga real de los equipos para intervenir y reforzar cuando sea necesario, el abordaje multidisciplinar, que permita un acceso fluido a las técnicas analgésicas y paliativas… se nos ocurren una lista interminable de mejoras.
Señores, el futuro se construye con el cambio, y ya nos hemos cansado de esperar. Nuestro propósito en 2025 es conseguir que, aquellos que hicieron posible nuestro sistema del bienestar, realmente puedan estar bien al final de sus vidas, y también el resto de pacientes paliativos oncológicos y crónicos.