Conocí a Faustino Blanco González en persona allá por el 2012, cuando a poco de ser Consejero de Salud, no tuvo mejor idea en pleno agosto que cambiar por decretazo las condiciones laborales del personal sanitario asturiano, más allá de cualquier otra comunidad autónoma y desde luego más allá de las draconianas del entonces gobernante PP a nivel estatal. No nos dejó al SIMPA más salida que los que le conocían de antaño auguraban: convocar una huelga. La huelga de médicos más larga de la Sanidad asturiana, cuyas consecuencias fueron terribles porque dejaron temblando la asistencia para los años posteriores. En 2016 comparecí en una Comisión de investigación para intentar averiguar porque habían desaparecido los registros de lista de espera entre 2012 y 2013. No hubo que ser muy inteligente para imaginar una de las causas.
Los dos rasgos característicos de Tino eran, en el extremo positivo, su capacidad de trabajo, y en el negativo, una intransigencia terminal y un carácter iracundo. Una cabezonería de tal calibre que llevaba a sus compañeros de trabajo a estar siempre temerosos de sus salidas de tono, su agresividad verbal y su cólera. Sólo él tenía razón y si alguien le contrariaba, lo etiquetaba de traidor a la causa y lo desterraba con una espada flameante. Cuando acercábamos posturas con el Servicio de Salud, aparecía él para establecer de nuevo los límites y preguntar a sus propios negociadores “dónde tenían el rabo”. Un conflicto que en otras comunidades duraría tres días, se prolongó tres meses. Topar con este personaje me facilitó un curso acelerado sobre negociación imposible, y por eso le estoy en cierta medida agradecido. Como dirían los maravillosos Les Luthiers, no era un perfecto inútil: servía de mal ejemplo.
Como conocedor, incluso tardío, del periplo político-sanitario de este hombre, no puedo más que asombrarme de su reciente nombramiento como Director de la FINBA, fundación sin ánimo de lucro financiada con capital mixto, público y privado y cuyo objetivo es potenciar la “investigación e innovación biosanitaria en el Principado de Asturias”. No sabía yo de su interés en la investigación. También llama la atención su nombramiento, sin ninguna oposición. Sus antecesores al menos participaron en un concurso de méritos, pero para Tino el patronato estaba de acuerdo en que era el único, el mejor, el excelso. Se me viene a la cabeza la frase premonitoria de Carlos Suarez, investigador de notable curriculum y primer Director de a FINBA: “en la FINBA no queremos figurones que vengan aquí a retirarse”. Supongo que en este momento estarán conduciendo al bueno de Carlos a algún gulag en Siberia. Si sus capacidades son las que desplegó en Sanidad, acompaño en el sentimiento a los patronos y trabajadores.
Otro aspecto que me deja estupefacto es que permanezca en servicio activo dentro del SESPA y para incorporarse la FINBA solicite excedencia; o incluso ni eso, simplemente con renunciar a la exclusividad le serviría (y cobraría su sueldo base… además del de la FINBA). Su servicio activo significa que disfruta de una prórroga extraordinaria desde los 65 años. Quizás no sería tan extraordinario si no fuera porque que durante su Consejería se aplicó férreamente la directriz de la jubilación forzosa a los 65 años, por lo que ningún compañero académico suyo superó esa barrera infranqueable, y se tuvieron que ir a su casa o a la privada. Ni que decir tiene que estas políticas nefastas y la ausencia de previsión del recambio generacional están en la base de la actual carencia de médicos. Nadie entiende como, llegados sus 65 años, no se le aplicó su propia medicina. Ni que ahora, tras su paso por el Ministerio, no se jubile y se incorpore a la actividad que quiera, pero como jubilado. Algo tendrán que ver en este agravio comparativo sus buenos contactos: su jefe de Gabinete y hombre de confianza entonces, actualmente también prorrogado, es el marido de la actual Gerente del SESPA. Al actual Consejero lo promocionó en su momento como vocal del Consejo de Bioética de España (ética, si, qué curioso). No creo que haya nadie dentro del partido, ni ningún miembro de la FSA que tenga el valor suficiente para decirle a Tino lo que es presentable y lo que no.
Otro giro sorprendente es su nueva querencia por las instituciones privadas. Defensor agresivo de la Sanidad Pública, arremetía en cuanto podía contra la Sanidad Privada, incluso a través de furibundos artículos en la prensa nacional, donde clamaba “La gestión privada no es eficiente”. ¡Vaya, mírate ahora! Es difícil entender el cambio, y cómo no se ve afectado por las normas sobre incompatibilidad. Las consideraciones legales son complejas, lo que es claro es que esto lo hacen en el PP y se sale una marabunta clamando que es una “puerta giratoria” de escándalo. El Artículo 15 de La Ley 3/2015 de 30 de marzo reguladora del ejercicio del Alto Cargo de la Administración General del Estado, y en los mismos términos la Ley del Principado de Asturias 8/2018 de 14 de septiembre de Transparencia, Buen Gobierno y Grupos de Interés, establecen que los altos cargos no podrán desempeñar cargos en entidades privadas durante dos años tras su cese, aunque matizan “en entidades que hayan sido afectadas por decisiones en las que haya participado”. Para mi pobre mente, dadas las estrechas relaciones de las redes de investigación con el ISCIII y con el propio Ministerio, no podría jurar que no hubiera tenido ninguna relación. Al margen de lo que pudiera decidirse en vía jurisdiccional, ya ha afirmado el Consejero en sede parlamentaria que todo se ajusta a la legalidad, por lo que deduzco que sus colegas políticos han tenido buen cuidado de colocarlo en un lugar donde esquivar la investigación. Y de paso, también la coherencia personal y la decencia política.
Y para rematar, compañeros de otro sindicato sanitario han tenido acceso a pruebas de un bochornoso aumento de sueldo que duplica el de su antecesor. Y el de cualquier facultativo del Sistema de salud, por supuesto. El hombre que bramaba contra que algunos médicos “ganasen más que el Gerente del SESPA”, sin comparar las horas de guardia o de prolongación de quirófano que había de comerse un médico para alcanzar tal cifra; el socialista que aumentó sin pudor los recortes del mismísimo Rajoy, intentado eliminar la libranza de guardias, detonante de la huelga, y haciendo desaparecer el trabajo extraordinario que aliviaba listas de espera, o el trabajo compensatorio de guardias para quienes las tenían que dejar a los 55 años, por no hablar de otras consideraciones como la ponderación ridícula del trabajo nocturno en trabajadores a turnos, ese hombre, es el que va a ganar más que el propio Presidente del Principado. La catadura moral de alguien que acepta esto, no es ya estudio de la ética, sino de la psiquiatría y de la sociología quienes se lo permiten. Sería lógico que mientras él permanezca al frente de la Fundación, al menos no reciba dinero público. Ya sé que los trabajadores de la FINBA no se merecen ser castigados por tal nombramiento, pero es que sería vergonzante para un contribuyente saber que su dinero va a parar a mantener el estatus de semejante santón político. De todas formas, también aquí dudo mucho que ninguno de los cercanos se atreva a decirle nada sobre la imagen que proyecta. Podría ser fulminado por un rayo en ese mismo instante.
Que alguien como él, que renegaba de las gestiones privadas, que promovía la jubilación obligatoria a los 65 años, que recortó como nadie derechos laborales y retributivos y que llevo a la sanidad asturiana al abismo, reciba como premio todo lo contrario a lo que predicó, es para que se esté partiendo el alma de la risa. Menos mal que algunos aún le hemos de cortar la sonrisa. Tino, don’t forget.
Pero bueno, tratando de ser asertivo, por el recuerdo que tengo de quien me enseño todo lo que no debe hacer un político en Sanidad, y por el respeto que me merecen los trabajadores de la FINBA, me atrevo a darle un consejo: jubílate, Tino. Pero jubílate de verdad, se coherente, vete a tu casa, cuídate tú y cuida a los tuyos, sin trampas ni prevaricaciones, como cualquier otro ciudadano. Recuerda que la mujer del César ha de parecerlo. Y lo que tú pareces ahora mismo tiene un nombre muy feo.