Mes horribilis para la profesión médica. Año horribilis. Entre otras muchas causas, porque hemos tenido que ver cómo nos dejan muchos. Y no por el COVID. En los últimos quince días, tres muertes repentinas nos han congelado el corazón. Van cuatro muertes imprevistas en lo que van de año. Todos entre la quinta y sexta décadas, en activo, no personas mayores o que se sospecharan en riesgo grave. Hasta donde yo sé, una concentración de muertes súbitas (infarto o arritmia o lo que sea ) no se da en ninguna otra CCAA en este periodo de postpandemia. Y no solo la patología cardiaca, sino que otros tres compañeros en edades similares fallecieron recientemente, desde inicios de año por patología tumoral, y otros incluso más jóvenes por patologías crónicas descompensadas. Desde el dolor, solo se me ocurre pensar que no puede ser casualidad. Hombres y mujeres que lo dieron todo en la pandemia, sometidos a un nivel de exigencia y de estrés laboral sin parangón durante dos años, se vuelven vulnerables. La dedicación extraordinaria a los demás también podía facilitar que descuidaran su propio autocuidado, el control de sus factores de riesgo. En conjunto, las cifras exceden cualquier cálculo racional.
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Sus pacientes les sobreviven, igual que la madre que muere para que su hijo viva. Nunca se podrá reconocer suficientemente este esfuerzo. Nunca. No sé tampoco que relación podrá existir con el virus o las vacunas, pero dado que la exposición ha sido generalizada me atrevo a decir que poca, el virus era nuestro enemigo menor. Urge encontrar causas y buscar prevención. Y entre las causas, no podemos olvidar las consecuencias para la salud del trabajo y la responsabilidad llevados al límite. Los japoneses tinen el término “karoshi” para definir la muerte por exceso de trabajo. La OMS reconoce que las jornadas de más de 55 horas semanales aumentan el 17% el riesgo de muerte cadiaca.
Con otro sesgo importante, el del propio miedo, que much@s otr@s ya estamos en edad de peligro, creo que debemos enviar como sindicato médico, y yo diría que como profesión, tres mensajes claras a las autoridades sanitarias, a la población y a nosotros mismos.
1.- A las autoridades sanitarias: CUIDEN LA SALUD DE SUS MÉDICOS Y MÉDICAS. Todos los apuntes anteriores sobre las causas, analícenlas. Y lo que es más importante: pongan a trabajar a sus equipos de Prevención de Riesgos Laborales y revisen la salud, al menos de todos los mayores de 50 años. Analicen sus entornos laborales y realicen las necesarias evaluaciones. En particular de cargas laborales y estrés psicosocial. De horarios de trabajo, jornadas, calidad del sueño, niveles de ansiedad y depresión. Se llevarán más de una sorpresa. Y CORRÍJANLO.
2.- A la población asturiana: CUIDEN A SUS MÉDICOS. Están muriendo con la botas puestas, en el ejercicio de su profesión, por ayudarles, saturados de trabajo y en condiciones de gran sobrecarga porque NO SON SUFICIENTES, NO HAY. No exijan pues que todo vuelva a la normalidad a la velocidad de la luz. Si los políticos, en vez de acariciarles las orejas a la caza del voto, se pusieran por una vez de acuerdo y explicaran que estamos ante una auténtica EMERGENCIA SANITARIA por carencia de profesionales, la situación dejaría de ser un arma arrojadiza y evitaría que los profesionales sean los que mueran, literalmente, en el intento.
3.- A nosotros mismos: CUIDÉMONOS. Nada de olvidar exámenes de salud, nada de automedicaciones o esperar a ver pasa, que tengo la consulta llena y no hay tiempo. Nada de ceder a chantajes emocionales para seguir trabajando horas y horas con la sensación de que nunca acabamos nada, nada de guardias hasta reventar o enlazar un día con otro sin descanso. BASTA YA. Buscad disponer de tiempos para vosotros y los vuestros, para disfrutar, para VIVIR. Carpe diem, compañer@s.
Solo nos queda abrazarnos con las familias, compañeros y amigos de los médicos y médicas fallecidos y transmitirles nuestra compañía y nuestro profundo pesar. Sabed que al irse nos han enviado un mensaje fundamental: cuidaos mucho, queremos veros pero muy tarde. El último mensaje de unos grandes médicos. Compañeros, vuestra pérdida no será en vano. No os olvidaremos. Ni a vuestra enseñanza tampoco, servirá de motor para impedir que un trabajo vocacional lo convierta alguien en una trampa mortal.