Habrá algo más injusto que… ¿la sanidad pública, de todos, se utilice en beneficio de las pasiones desatadas de alcanzar lo que se me antoja inabordable?
La pandemia nos colocó en un brete de actividad a toda la sanidad. Había bolsas ineficientes y procesos incongruentes que siempre habían estado ahí por intereses que, mejor no publicitar, por la vergonzante manipulación de puestos y cargos en beneficio o como recompensa de otros problemas o abusos. Esto hizo derivar en una dinámica de sobrecarga anómala, más aún de la que había y una desorganización propiciada desde la propia Administración para mantener la calma en ciertos sectores -no hablemos de ello-.
Cuando se inició la pandemia, los médicos de Atención Primaria, vista la absoluta inactividad, falta de toma de decisiones y abandono de la A.P., por parte de la Administración, decidimos proponer una serie de cambios a las medias jerarquías que en principio y con discretas modificaciones se nos antojaban a nosotros y a los mandos intermedios como bastante adecuadas y muy congruentes a la vista del panorama y de los datos de actividad. Tras ello, se procedió a la emisión de las instrucciones pertinentes a los gerentes de cada área.
A partir de aquí el brazo político sanitario (Consejero), posiblemente muy influenciado en su entorno más cercano, decidió que no era de su agrado e hizo recular unas instrucciones ya emitidas a las gerencias de área para que quedasen las cosas como estaban o peor, pues ciertos sectores se percataron de su debilidad y siguieron ejerciendo presión. Asi, entre otras presiones y no de las más importantes, se paro en consejería lo que fue la organización de las urgencias extrahospitalarias por “presiones” vecinales teledirigidas que se han erigido en dirigentes políticos. Pero la presión más importante se ejerce en su entorno más próximo, no lo olvidemos.
Después de eso, más y más reuniones de las denominadas “marear la perdiz”, largas, catárticas por ambas partes, sin cambios ostensibles o con el “vamosha” ( vamos a hacer…)
Cartas a la prensa, recogidas de firmas, concentraciones frente a la presidencia y el Consejero utilizando la técnica del avestruz (cabeza bajo el ala) apoyado por su Presidente que aplica el comportamiento de clan: yo y los míos son los mejores, y si no lo son, los amarro más al despacho. ¿Cómo es posible que el segundo no se dignase a recibir a los médicos de A.P. y al primero hubo que forzarlo? Mientras los pacientes nos acusaban por seguir sus intrucciones, ellos se escondían y dejaban a los más radicales campar a sus anchas por el descredito de los médicos del primer nivel asistencial. ¡Vaya líderes! Parecía y parece que eran fans del capitan Schettino del Costa Concordia. Y habrá algo más injusto que no defender a sus sanitarios cuando les maldicen, les insultan o amenazan por cumplir sus propias instrucciones… Que pena no haberlos oído ni habernos sentido apoyados.
Pues así andamos. Con médicos quemados, desafeccionados (vaya un palabro), una A.P. más rota y abandonada que nunca por sus dirigentes, unos pacientes que sufren y sufrirán aún más, en sus carnes, una política -por llamar así al vacío que ha habido- de la cortina de humo para esconder las debilidades, la falta de competencia y luchas intestinas de poder en el seno de un despacho donde la salud no es la meta.
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